domingo, 13 de diciembre de 2009

EL PRIMER MATADOR DE TOROS DE LA HISTORIA

Es verdad que las corridas de toros son propias de nuestra cultura y tradición pero el primer matador de toros no fue hispano… fue el griego Teseo.

A la muerte del rey de Creta, Asterión, sus hijos se disputarón el trono. El hijo mayor, Minos, dijo tener el favor de los dioses. Rogó a Poseidón que saliese un toro del mar, como muestra de apoyo a su “candidatura”, que luego él sacrificaría como agradecimiento. Efectivamente el toro salió del mar y Minos fue nombrado rey pero… el toro era un ejemplar magnífico y lo dejó como semental. La furia de Poseidón cayó sobre Minos y el toro “sedujo” a su mujer, Pasífae. Fruto de este amor contranatura nació el Minotauro (cuerpo de hombre y cabeza de toro). Minos, avergonzado, mandó construir a Dédalo un palacio – que realmente era un laberinto – donde encerrar al monstruo.

El tributo que Creta exigía a Atenas era el pago de 7 jóvenes y 7 doncellas (cadas nueve años) que servían para satisfacer las necesidades del Minotauro. El griego Teseo se presentó como voluntario con la promesa de Minos de que si lograba matar al Minotauro sería libre. El rey jugaba con ventaja, aún en el supuesto, poco probable, de matar al toro, todavía quedaba poder salir del laberinto.


Cuando Teseo desembarcó en Creta, la hija de Minos, Ariadna, quedó prendada del héroe griego. Conocedora de la dificultad de salir del laberinto el entregó un ovillo de hilo para poder encontrar la salida con la promesa de boda del griego. Teseo se adentró en el laberinto y con sus manos logró matar al Minotauro, consiguió salir del laberinto y huyó de Creta con Ariadna.
"Queda demostrado que el primer matador de toros fue el griego Teseo".

ANÉCDOTA DE MANUEL JIMÉNEZ MORENO, CHICUELO



Chicuelo, siempre se mantuvo de manera discreta en su vida personal. Su hijo Rafael define su personalidad como la de “un hombre tímido, al que le gustaba el campo, los tentaderos, todo lo que tenía que ver con su profesión. Dejaba a un lado lo que son las relaciones públicas. Por eso se mantuvo en un segundo plano en este sentido. Nunca buscaba otra popularidad que la conseguida en el ruedo. Recuerdo que cuando fui a torear a México de matador de toros me acompañó mi padre, que tenía por entonces sesenta años. Al llegar el avión, en el que viajaban Gary Cooper y varios actores vimos un grupo de mariachis a la espera. Mi padre se quedó parado y me dijo: ‘Espera a que salgan estos señores’. Eramos los dos últimos que quedábamos ya en el avión. Mientras varios periodistas entrevistaban a los actores, nosotros bajamos del aparato. Entonces el conjunto mariachi se fue hacia mi padre y cantó en su honor. Mi padre, con una timidez tremenda, únicamente acertaba a decir: ‘¡Ozú, ozú, qué barbaridad, qué barbaridad!”.

Chicuelo fue admirado en Méjico en donde era asiduo cada temporada estoqueando alrededor de veinticinco corridas en plazas Mejicanas,  llegando a torearen un año, hasta en once ocasiones en la Monumental de Méjico, el único torero que lo ha conseguido. Por ese motivo, no es de extrañar que fuera inmortalizado en bronce frente a la plaza de la Monumental.