viernes, 4 de junio de 2010

Encuesta Feria del Aniversario - 4 de junio del 2010

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No sé cómo fue para que me diese tan fuerte esto. Y tan mayor. Hasta pasados los 30 no tuve ocasión de merodear este mundillo. Lo que es cierto es que desde 2007 he visto más de 150 corridas en Madrid, unas 15 en Sevilla, otras tantas en Bilbao, otra docena en Zaragoza, he visto toros en El Puerto de Santa María…. Sin contar todos los festejos populares y de plazas de tercera a los que me he acercado para intentar descifrar una quimera que sólo unos pocos llegan a visionar.
A lo mejor el error es que empecé a ser aficionado a una edad que ya no permite dejarte engañar y que pondera las cosas ciertas por encima de los trucos bellos.
Puede también que hoy no sea el mejor momento para hablar así. Llevo dos resacosos días relamiéndome del gustazo que me dejó en el cuerpo (sí, en todo él, porque cuando la verdad me pellizca no se limita a la parálisis de mi mentón, me secuestra y no me deja estar ni ser) unas ceñidísimas chicuelinas de Don José Antonio y tanda y media de Castella a su quinto de ayer.
Pero, aparte de este marcado “efecto halo” en el que sólo queremos acordarnos de los últimos detalles (porque son detalles, algunas veces incluso de gran enjundia para nuestro parecer y de escaso esfuerzo para su creador) yo me niego a seguir entregándome a mis anhelos de que mañana será mejor.
Llevo un mes de sinsabores, mentiras consentidas, patitas echadas “pa atrás”, toreros que eligen ganadería y al día siguiente en portada arengan con que “el toro no servía para interpretar mi tauromaquia....” (sic), toros que se devuelven con asiduidad sospechosa,…. aparte de todo esto, sigue costándome gran esfuerzo entender cómo seguimos, yo el primero, pensando que cualquier día se obrará el milagro de la comunión entre un toro bravo y un torero genuino.
A lo mejor la culpa es mía, por leer a Chaves Nogales, o la Tauromaquia de Pepe-Hillo, o querer saber por qué el Conde de Santa Coloma le vendió parte de su vacada a su hermano el Marqués de Albaserrada…. O lo peor de todo: ver una vez, hace muuucho tiempo, que Perera, Castella, Talavante, El Cid (ay, mi Cid!!!!) torearon un día un ratito, o dos, y que ciertos toros sí que tienen casta y clase para poder ensalzar a dichos toreros. Reconozco que la cantidad de información que he ido aglutinando ha sido inversamente proporcional a las emociones que me ofrecía el albero. Cuanto más leí más me disgusté.
Sí, sé que el toreo es 90% de inspiración y 10% de espiración, que no todo tiene que ser cartesiano, que hay mucho de dejarse llevar, que no debes mudar lo que sientes, que si te gusta pues te gusta y punto, que la primera oreja la da el público que para eso paga, que….. Pero yo me niego. Y si lo hago es porque he visto toros, y he visto toreros, y he visto mucha verdad, pero todo en unas dosis tan tan pequeñitas que a veces me es imposible saber si fue un golpe de buena suerte o si de verdad hay eso: VERDAD con mayúsculas y a pitón contrario.
El primer recuerdo que el mundo de los toros me dejó, huella indeleble que no soy capaz de maquillar (a veces pienso que es mejor no intentarlo) fue en la Feria de Sevilla 2007, escuché en una tertulia a uno de los hijos de Pablo Romero que “los toros nos los cargamos los de dentro, no hace falta que venga nadie de fuera”. Aforismo martilleante que me viene a visitar cada vez que pienso en todo el mes que me he tragado, cada vez que veo a un torero esconder la muleta justo después de ver cómo en su primer pase el toro cogía velocidad, cada vez que veo a un matador auto-jaleándose a ver si los tendidos le siguen la chanza.
Me da pena, mucha pena, que tengamos que decirnos entre nosotros, entre los de la misma localidad, que mañana será otro día, que lo de hoy es una vergüenza, y lo de ayer, y lo de… y que una cosa buena, linda, de ley, aunque dure dos segundos (¡¡¡y que esa cosa la haga nuestro torero, no otro!!!!) nos tenga que resarcir del daño latente o el disfrute cesante de una Feria, una más, en la que sólo nos acordaremos de unas cuantas verónicas (que sí, que son inmortales, para mí tampoco morirán ya nunca) y de media docena de pares de banderillas de poder a poder ( se han matado unos 180 toros este mes, más de 500 pares de rehiletes …).
Y cuando hablo de nosotros me refiero a los que presupongo un mínimo criterio y un mínimo respeto por las cosas bien hechas, aficionados de bien. Porque con el resto de la gente que viene a la plaza (hay que reconocer que su dinero vale tanto como el mío) lo único que quiere es volver al pueblo y contar que ha visto cortar una oreja en la plaza de Las Ventas (yo saco el pañuelo, aunque no sepa cómo se llama el torero, que para eso he pagado).
Yo necesito volver a creer. Yo quiero obligarme para no aplaudir lo que es bonito pero malo (volvemos al debate de "Nulla aesthetica sine ethica") yo abogo por intentar defender esto, por, como nos dijo una vez Félix a Laurita, Juan y a mí mismo junto a la plaza del Altozano: “yo ejerzo de aficionado en todas las plazas”. Yo entiendo “todas las plazas” como muchas plazas dentro de una, que es la nuestra.
Llevo días con una asociación de ideas que no puedo quitarme de la cabeza, cuando pienso en lo que pasa en Madrid me viene a la mente una alumbradora foto de Juan (Pelegrín) que me golpea como martillo pilón cada vez que voy con ¿renovadas? ilusiones a la plaza, es del primer día de Cayetano este año: lo veo todo precioso, de alta costura, pero si miro dos veces creo que me mienten.....






Es como el cuento de “El traje nuevo del Emperador”, estoy deseando que aparezca el niño en el desfile y grite “pero si va desnudo!!!!”….

A pesar de todo yo seguiré yendo a los toros. Me gusta todo lo que lo rodea, y a veces también lo de dentro.
Seguiré pensando que el camino que lleva al misterio del toreo es sinuoso y kilométrico, y que aparte de mis amigos del Rincón todavía queda mucha verdad por descubrir.

“Sebastián Castella se ahoga al cruzar el rio”