viernes, 9 de septiembre de 2011

El pasodoble torero


El pasodoble torero es a la vez, alegre y melancólico. Canta por lo bajo la tristeza de la muerte, en tanto refulge por lo alto el ramo de rosas de una alegría apasionada.

Tras la breve introducción, la primera frase se eleva, asciende, crece hasta llegar al estribillo o trío en cuya repetición se añadirán los adornos de bonitas glorias interpretadas por la flauta, flautín y/o clarinete y el arte del contrapunto con saxofones tenores y bombardinos, alcanzando la obra su plenitud y máxima expansión con el tutti de banda.
Por otra parte, el pasodoble torero es muy difícil de lograr, porque debe reunir tres condiciones insispensables:
  1. Ha de ser popular, de modalidad aflamencada
  2. Con cierta melodía valiente
  3. Ha de tener un garbo especial que lleve dentro todo el espíritu de nuestra fiesta
Incluso podemos comparar -haciendo un ejercicio de imaginación-, el pasodoble con el toreo y podemos decir que el toreo está hecho de momentos musicales, lo mismo que el pasodoble.
Así los diferentes recursos armónicos utilizados por el compositor se pueden identificar con otros tantos momentos interpretados por el torero:
  • La semicadencia equivadría a PARAR
  • La cadencia rota sería TEMPLAR
  • La cadencia plagal supondría MATAR
  • La cadencia consonante o decisiva (que son los últimos acordes del pasodoble) traduciría la suerte suprema.
En definitiva, el pasodoble es ingrediente indispensable, aliado del torero en las grandes faenas o cuando pasea los trofeos en la vuelta al ruedo, contribuye a la vistosidad de un elegante paseillo que despierta en el aficionado de que, esa tarde, instantes después, va a presenciar magistrales actuaciones de cuadrillas y matadores de toros, o a veces - en el lado opuesto de la fiesta- el pasodoble acompaña a las labores que desempeña el mayoral con sus mansos después de que el presidente muestre el pañuelo verde para devolver el astado a los corrales.

Los títulos de los pasodobles hacen referencia a multitud de elementos taurinos, unas veces forman parte de la plaza de toros, otras del traje de luces, en ocasiones del público o de la ciudad o país, si bien en la mayoría de los casos están dedicados al torero.
Casi todos los toreros de fama tienen algún pasodoble escrito expresamente en su homenaje, sin embargo, no siempre corren parejas la fama del matador y la de su pasodoble: es el caso de "Gallito", "Vito", "Angelillo" y "Dauder", pasodobles famosos cuyos destinatarios no fueron figuras del toreo y al contrario, pasodobles que no han alcanzado la popularidad se han dedicado a grandes matadores de toros: "Machaquito", "Guerrita", "Joselito", "Belmonte", etc.
Afortunadamente ahí están "Manolete". "Marcial", "Domingo Ortega", "Agëro" y otros que si comparten su calidad con la fama del torero a quien fue dedicado.