domingo, 13 de noviembre de 2011

La ANPTE pide la utilización de dos tipos de puyas y la unificación del reglamento taurino


Hoy domingo a primera hora de la tarde, el alcalde de Cuenca, D. Juan Ávila Francés, ha clausurado el Tercer Congreso Nacional de la Asociación Nacional de Presidentes de Plazas de Toros de España (ANPTE), celebrado los días 11, 12 y 13 de noviembre, en esta ciudad.

Durante estos tres días se han celebrado varias mesas redondas donde se han abordado, con distintos protagonistas, diversos temas que atañen al mundo de los toros. Entre los participantes se han encontrado el diestro César Jiménez, el empresario Maximino Pérez, el ganadero Victoriano del Río, la vicerrectora de la UNED Beatriz Badorrey, el diplomático venezolano William Cárdenas o el filósofo francés Francois Zumbiehl.
A la finalización de este III Congreso, la ANPT ha elaborado las siguientes conclusiones:
Declaración por la UNESCO de la Tauromaquia como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad
- Seguir impulsando y promoviendo en unión de todos los estamentos taurinos, culturales, Ayuntamientos, Comunidades Autónomas y todas las naciones tarrinas del mundo la citada declaración.
Creación de un Colegio de Presidentes de Plazas de Toros de España
- En él se  podrán integrar cuantos Presidentes de Plazas de Toros lo deseen siempre que hayan obtenido el título universitario de experto Universitario en al Dirección de Espectáculos Taurinos.
- ANPTE colaborara con las autoridades competentes para los nombramientos  mediante a la firma de convenios de colaboración.
Protocolos de lucha contra el fraude
- Se han adoptado criterios y sugerencias de modificaciones reglamentarias para el control de la integridad de las defensas de los toros y la posible administración de sustancias que puedan influir en su comportamiento en el ruedo o tener consecuencias para la salud publica. 
- Se ha acordado tambien solicitar la apertura de un debate serio y científico, entre todos los estamentos de la Fiesta, que dictamine si el actual enfundado de los toros es perjudicial para su integridad física, para su comportamiento en el ruedo, o para la imagen publica de la Fiesta.
Unificación Reglamentaria
- La experiencia acumulada en los últimos años con la existencia de diversos Reglamentos Taurinos Autonómicos ha sido origen de graves disfunciones que han producido inseguridad y confusión entre los profesionales y los propios aficionados.
- Se ha dado el visto bueno a un proyecto de Reglamento Único Nacional, que está en proceso de debate interno y una vez elaborado su conclusión será enviada a los profesionales y aficionados así como a las autoridades competentes para su toma en  consideración.
- Se han introducido tres aspectos sumamente novedosos. Por un lado el hecho de que  solo son objeto de regulación los espectáculos en los que se produce la muerte del toro, excluyéndose el resto de espectáculos en los que no se de esta circunstancia. En otro aspecto se ha aprobado la introducción en las corridas de toros de dos tipos de puyas de diferentes dimensiones, identificadas con anillas de colores, que se usaran a criterio del matador y en función de las condiciones físicas del animal. Por último, las reses recibirán a criterio del espada los puyazos apropiados en cada caso, de acuerdo con su bravura y fuerza. Haciendo uso en cada momento del tipo de puya que estime conveniente, siendo obligatorio en las Plazas de primera y segunda que reciban al menos dos puyazos.
- En cuanto a la duración de la faena y a los avisos se establece un sistema mixto entre el tiempo de diez, trece y quince minutos respectivamente para los avisos primero, segundo y tercero, a la vez que se incorpora un elemento nuevo: contemplar un número máximo de entradas a matar con el estoque y un número máximo de ocasiones de utilización del descabello.

Puerta grande en el cielo para Morenita del Quindío




En Cali falleció Bertha Trujillo, quien fuera una de las primeras matadoras en el mundo. Se casó con Marcos Gómez Molina, El Colombiano, también torero, quien le dio apoyo y sus primeros consejos en la tauromaquia.
Bertha Trujillo, Morenita del Quindío, abrazó una profesión de hombres: decidió ser torera y a ello dedicó su vida. Nació en Armenia el 13 de noviembre de 1928 y dos años antes de recibir un beso de felicitación por cumplir sus quince años ya había sido abrazada por sus amigos para saludarla por su matrimonio con el torero Marcos Gómez Molina, El Colombiano, de quien recibiría el apoyo y los primeros consejos para caminar por el aparatoso mundo de los toros.

Su vida bien podría inspirar un guión cinematográfico o un libro en el que la tragedia, el amor, la aventura, el misterio y la pasión fueran los componentes permanentes. Lo primero que Morenita tuvo que capotear fue la pobreza y el machismo reinante en aquella época en la que si una mujer quería ser matadora de toros debía hablar, caminar, pensar, torear y vestirse como hombre. Luego de plantarle cara a las dificultades económicas y el rechazo social se puso delante de toros cebúes y criollos, por primera vez en la vereda El Caimo, hasta hacerlo con bureles de pura casta. Más de 2.700 toros pasaportó la hija del Quindío, 24 de ellos en apenas cuatro tardes.

Ocho cicatrices dejaron las astas de los toros en su cuerpo, ella muchas en el corazón de cientos de hombres que admiraron su valentía y sus expresivos ojos negros, su amplia sonrisa, su pelo negro y su menuda pero no por eso menos atractiva figura. Su afición y talento la llevaron por el mundo taurino. Después de hacer el paseíllo por varias plazas de la provincia colombiana, se atrevió y logró pisar la arena en México en donde tomó su alternativa, también actuó en Perú, en Estados Unidos y en España, país en el que debutó el 15 de mayo de 1975, concretamente en San Sebastián de los Reyes, para torear junto a Manolo Ortiz y José Ortega Cano, dos de los pocos diestros que no se negaron a anunciarse en un cartel junto a la cuyabra.

Hace 20 años le pidió ayuda a Gustavo Moreno Jaramillo para que en el plaza de toros El Bosque de Armenia, su patria chica, se llevara a cabo una corrida con la que se despediría del mundo de los toros. La corrida se hizo, y de la emoción, lloró hasta “el Diablo”, amigo y compañero de la infancia y servidor incondicional de Moreno Jaramillo, el empresario y señor de los toros en Armenia. Morenita del Quindío se despidió de los ruedos pero no se fue del mundo de los toros.
Ya retirada de la profesión y sin el traje de luces encontró refugio en la ciudad de Cali. Allí pudo transmitir sus conocimientos, que no fueron pocos, a los alumnos de la Escuela Taurina de la capital vallecaucana. 83 años tenía la Morena cuando la parca tocó su vida.

Hasta en la última corrida del ciclo grande en la Cañaveralejo ocupó su sitio en el palco de callejón. Ahí la vimos, emocionándose con las buenas faenas, enamorándose hasta los huesos de los toros bravos, recibiendo el cariño de la gente y el respeto de los profesionales de la fiesta. Siempre con sus grandes gafas de sol, un sombrero de ala ancha, apurando un cigarro, con su negro pelo recogido y perfectamente rematado en esa coleta que caracteriza a los toreros, las uñas de las manos bien maquilladas, la blusa de seda estampada con flores, el pantalón negro y unos tenis de color blanco.

¿Qué hubo paisano? ¿Qué hay por la tierra?, eran las dos frases de saludo que tenía siempre Morenita con este servidor cada año cuando nos encontrábamos en Cali para vivir la feria taurina. Luego venía un beso, un abrazo y la charla de rigor, por supuesto sobre toros y toreros. Tuve la fortuna de estar sentado en la sala de su casa, que es un museo, conociendo intimidades de su años juveniles, de su trasegar por el encastado mundo taurino.

De Morenita del Quindío se cuentan muchas historias, algunas mito. Pero lo único que no tiene discusión fue su gesta torera, su fuerza para abrir la puerta de las plazas de Colombia, México, Perú, y España y de paso el camino para las mujeres que quisieron imitar su obra. Tampoco tiene discusión alguna el gran conocimiento que tenía sobre el toreo; su gusto por la cocina ibérica y el vino; su franqueza al mirar, hablar y actuar y por supuesto el amor por su Quindío, el que llevó en su corazón, en su nombre y en sus conversaciones.

Por: Ernesto Acero Martínez

La historia de la ganadería más emblemática de Extremadura

La historia de la ganadería más emblemática de Extremadura
Cristina Carrasco Sanabria posa junto
 a su libro 'Conde de la Corte. Ganadería
 Madre de la Sangre Brava'
 en el mesón 'El Cordobés'. 
:: PAKOPÍ

Cristina Carrasco, natural de Jerez, es una estudiosa del hierro del Conde de la Corte y ha escrito un libro sobre la vacada 


La historia de la ganadería más emblemática de Extremadura
Un toro del Conde de la Corte derriba al caballo en Pamplona

Agustín Mendoza y Montero de Espinosa tenía un sueño: comprar una ganadería de reses bravas y dedicarse a la cría del toro en el marco incomparable de la dehesa. Su padre no veía con agrado la adquisición. Al fin y al cabo venían de una familia de la aristocracia y el mundo taurino no estaba bien visto en aquella época. Corría el año 1919 cuando, aconsejado por su amigo Marcial Lalanda, Agustín decide adquirir la vacada de la marquesa viuda de Tamarón, encaste Parladé, y cuyos animales pastaban en Vejer de la Frontera.
La historia podría ser la de cualquier hierro, pero se trata de uno de los más emblemáticos e importantes del país. Es fácil reconocer de qué ganadería se trata si se sabe que Agustín Mendoza es el VI Conde de la Corte.
Cristina Carrasco Sanabria es una de las personas que mejor conocen la historia de los toros condesos. Natural de Jerez de los Caballeros, es autora de 'Conde de la Corte: ganadería madre de la sangre brava', un libro que editó la Diputación de Badajoz y que ahora va por su tercera edición, realizada por la propia autora.
El abuelo de Cristina era natural de Guijuelo (Salamanca) pero vivía en la localidad pacense y mantenía una gran amistad con Agustín Mendoza Esa relación de amistad entre las familias se mantiene y fue la que impulsó a la autora a escribir el libro sobre la vacada.
Carrasco explica que Agustín Mendoza compró la ganadería en 1919 pero mucho antes ya realizaba listados con los nombres que le iba a poner a los toros, fruto de su gran afición que le llevó a dedicar su vida entera a la tauromaquia. No solo puso a disposición de las reses su patrimonio sino que no se casó ni tuvo hijos y se entregó totalmente a hacer realidad su prototipo de bravura.
«Agustín Mendoza sabía que los toros de Tamarón eran muy buenos, la vacada pastaba en Vejer de la Frontera y consigue comprar una parte, la otra la adquiere un portugués, es la actual ganadería de Coimbra», argumenta Cristina que detalla que los toros permanecen un par de años en la localidad gaditana hasta que el Conde de la Corte logra trasladarlos hasta Extremadura, en concreto hasta la finca 'Los Bolsicos', en Jerez de los Caballeros, donde pastan en la actualidad.
'Los Bolsicos' es un antiguo señorío medieval y el cortijo una fortaleza templaria en cuya torre defensiva está ubicado el despacho del ganadero. Además es rica en pastos pues lo riega el río Ardila. «El Conde de la Corte fue pionero en descubrir la dehesa extremeña para el mundo del toro», afirma la autora, que describe a la perfección la trashumancia, el traslado de los animales desde la provincia de Cádiz hasta la de Badajoz. Más de 250 vacas con sus crías, novillos, toros de saca, sementales... Y por supuesto el personal para mantenerlos, entre los que se encontraba el abuelo del actual mayoral, Salvador Magallanes.
En el año 1923 se instala en Jerez con los toros y entonces es cuando comienza realmente su labor como ganadero. Según comenta Cristina Carrasco, cuando adquiere la vacada el toreo está cambiando. Se lidia de manera distinta y se necesita un animal diferente. Agustín Mendoza consigue que los astados sigan manteniendo la casta y la bravura, que peleen en el caballo pero logra la nobleza, que la res se entregue al vuelo de la muleta.
Así adapta el toro a ese nuevo concepto que surge a partir de Belmonte. «Una de las pruebas de la nobleza del toro condeso es que apenas hay cornadas a lo largo de su historia y eso a pesar de los pitones tan impresionantes que tienen estos ejemplares», subraya Cristina Carrasco. La muestra de que había conseguido el animal que se estaba buscando es que los grandes ganaderos buscan sangre brava en 'Los Bolsicos'.
Árbol genealógico
Casi todas las ganaderías se nutren de vacas y sementales de Agustín Mendoza. «El Conde hace un árbol genealógico y detalla todas las ventas que hizo pero llega un momento en el que cree que ha vendido demasiado y cierra totalmente las puertas de su casa, incluso a los periodistas. Envuelve su hierro en un halo de misterio», indica la autora del libro en el que también se detallan algunas anécdotas.

Una de ellas está relacionada con la Guerra Civil. Con ayuda de Atanasio, Agustín Mendoza y Marcial Lalanda huyen escondidos en un cajón de toros hasta Portugal, pues deben exiliarse. Expropian su ganadería y comienzan a herrar los animales con las siglas de la UGT. Incluso serían lidiados así. El favor que Atanasio hace al Conde de la Corte jamás se olvida y hace más estrecha la relación que les unía. De hecho, llega a venderle sementales, aunque la familia Domecq es la que más reses compra.
«También muchos ganaderos portugueses e incluso viajan a América muchos sementales que, por cierto, dieron un resultado espectacular en México porque son animales que fijan mucho los caracteres con las vacas y pueden levantar una ganadería», subraya Cristina Carrasco que añade que un 90% de lo que se lidia actualmente en las plazas procede de la ganadería jerezana.
La escritora considera que debería ser un orgullo para los extremeños tener la ganadería del Conde de la Corte en la región, ser un símbolo, pero que apenas está reconocida, tan solo por los aficionados a pesar de ser una a la que más premios se le ha concedido en Madrid a lo largo de sus 90 años de historia. «Se lidia poco y no en plazas de repercusión», detalla la autora.
Además, el trapío de estos animales ha hecho que pase a considerarse una de las denominadas 'corridas duras' lo que hace que las figuras del toreo no quieran lidiarla y sean pocos los matadores que se atreven a ponerse delante de los impresionantes pitones de los toros del Conde de la Corte.
Sin embargo, Cristina confía en que se devolverá el sitio que merece esta ganadería que actualmente está en manos de Guillermo López Olea, hijo de un sobrino de Agustín Mendoza, al que dejó en herencia la vacada. La muestra está en Bargas (Toledo) donde este año se lidió una importante corrida que embistió y dejó buenas sensaciones en la plaza. La bravura es un concepto que no debería pasar de moda y en ese sentido, los toros condesos tienen mucho que decir.
HOY.es

Domingo Ortega: torero, intelectual y aristócrata

Domingo Ortega, torero.


Zuloaga, que lo retrató con traje de luces morado y oro, exclamó: “¡Qué cabeza, qué guerra me está dando!”. “A los hombres nos torean desde que nacemos, El toro sale al ruedo puro”.

Talla de montañés, llamó Corrochano a la cabeza campesina, y noble, de Domingo Ortega. Desde que a Marcial Lalanda le dedicaron su pasodoble (“Marcial, tú eres el más grande”), todo torero que se preciase tenía su pasodoble. Otro Domingo, Dominguín, padre y fundador de una dinastía gloriosa, era el mentor de su tocayo, un muchacho ya maduro, nacido y venido de Borox, que conoció Madrid al traer y vender en el mercado de la Cebada, patatas, cebollas y ajos. Se hospedaba en casa de su tía, Luisa Ortega, viuda de un indiano que ahorró alguno pesos en Argentina.
Domingo, parsimonioso también en templar la conversación, me lo explica en la casa de nuestro amigo Miguel Utrillo durante una cena servida como está mandado: manteles de hilo procedente de un hotel de lujo barcelonés, cubiertos de plata, en su mayoría procedentes del Ritz, y servilletas de Lhardy: “Los toreros tienen que atesorar arrogancia para escuchar sus pasodobles y que los pasodobles no los anulen a ellos”.
El pasodoble, tan necesario como la taleguilla para los toreros, se lo regalaron los maestros Oropesa, en colaboración con el maestro Florencio Ledesma:
“Ortega, Domingo Ortega, / La suerte alumbra tu sino / Y tú ganarás las mieles / De rey del arte taurino”.
Después del ensayo general madrileño se escucha en la plaza de Barcelona, el 8 de marzo de l931, la tarde en la que Domingo Ortega oficiaba la alternativa. Ya entonces, la Fiesta tenía sus enemigos y sus incondicionales defensores. Domingo Ortega nos cantiñea cuatro versos de A los toros, de Ricardo de la Vega y música de Federico Chueca y Quinito Valverde:
“Es una fiesta española / Que viene de prole en prole / Y ni el Gobierno la abole / Ni nadie la abolirá”.
Consagramos la ruta de Riscal y, para reposar respiración, nos acomodamos en las sillas de la terraza, ya desierta, del Café Gijón. En el interior de este santuario del arte y la picaresca, se dan cita al mediodía El Estudiante y Domingo Ortega, que ya casi al amanecer de la interminable noche de verano, recuerda supitañamente: “Coño… si esta tarde toreo en Valencia”. Su cuadrilla ya le esperaba en el hotel. Nos invitó a acompañarle en el viaje que realizó en un coche tan útil como utilitario. ¡Dios salve al seiscientos!
Utrillo, Sebastián Miranda y Pérez Ferrero cenábamos en Casa Ciriaco. Como era costumbre, en la cocina funcionaban al unísono los fogones y un viejo receptor de radio. Ciriaco, el propietario, al tiempo que nos acercaba una frasca con valdepeñas, nos dijo: “Domingo Ortega ha sufrido una cornada grave esta tarde en Valencia”.

Desgraciadamente, fue víctima de percances graves. “Los toros tienen que coger al que torea, pero no debe ser lo corriente. Cuando hay cogida es que, generalmente, el torero se ha equivocado. En otras profesiones, si una cosa te sale mal, se rectifica. Nosotros, los toreros, si fallamos, podemos morir en el ruedo o quedar maltrechos para siempre. La cogida viene de un error del hombre y, en algunos casos, de la equivocación del toro que hace extraños. Generalmente el percance es culpa nuestra porque no sabemos, ni nos hemos fijado, cómo es el toro al que nos enfrentamos”.
-A ti te comparan siempre con un domador...
-La doma del toro siempre se dice que es cosa de la sabiduría. A un toro no se le domestica, sino que es preciso mimarlo. Al toro malo hay que tratar de enseñarle a que sea bueno. Hay que pasarlo por delante la muleta, unas veces muy deprisa y otras muy despacio. Para vencer al toro es preciso convencerlo. Es un animal muy inteligente. Si le puede el hombre es porque tiene la inteligencia más despierta. A los hombres nos torean desde que nacemos, el toro sale al ruedo puro. Si después de darle los primeros pases lo retiran y sale otra vez, no hay quien lo toree”.
-El movimiento, Domingo…
-Sí, se demuestra andando. Y una de ellas es que la bravura le nubla la inteligencia. Si no es bravo, parece más inteligente porque intenta defenderse. Cuando está en el ruedo es cuando más demuestra su condición de toro bravo. Y es noble porque, sin nobleza, no hay bravura que valga.
Horas antes me había contado, para enriquecer mi biografía en torno a su figura: “Aunque torear parezca natural ¿qué hay más antinatural que un hombre toreando? Y un día decidí hacerme torero. Mi familia, que era de labradores, sin ser rica, se defendía bien. Yo salía al campo y contemplaba los toros. Eran del duque de Veragua. Salvador García me recomendó a Domingo Dominguín para que me diese una oportunidad en Madrid. Se hizo empresario de la plaza de Tetuán de las Victorias para mi presentación. Alterné con Maera. La crítica me elogió como capotero. Yo acusaba defectos con la muleta. Recuerdo que en mi primer toro me dieron un aviso. En el segundo fui aplaudido, pero dijeron que no tenía mucho que hacer”.
“Sosegadas prisas”, dice el picador Daza (1775) de los trances del toreo. Nos lo recuerda el otro Ortega, grande de la filosofía, más que amigo, hermano íntimo de Domingo Ortega, al que concedió la alternativa de intelectual, fama que ganó a golpe de inteligencia y lecturas. Ortega y Gasset frecuenta a Daza en el epílogo de El arte de torear. Los Ortega no especulan sino que explican “lo que está pasando en el ruedo en peligrosa proximidad con las astas del animal”.
Y allí tiene que situarse el lector para comprender lo que pasa entre toro y torero. Sólo se entiende la cogida. Y todo lo demás es de arcana y sutilísima geometría cinemática. Domingo traslada todo lo que sucede en el ruedo a un coso que, entonces, significa la máxima tribuna de la intelectualidad española. Unamuno, Valle-Inclán y Azaña la presiden. Antonio de Obregón, que sufre en su recuerdo la canallada del injusto olvido, lo testifica en su calidad y cualidad de secretario ateneísta.
Se sitúa a Ortega dentro de la Generación del 27. De sus componentes, Gerardo Diego, que asimila como ningún otro poeta en La suerte y la muerte lo que es el torero y el toreo, rompe filas en versos apasionados para recibir, como testigo, al nuevo ateneísta. Estos versos no están incluidos en el citado libro. Lean, señores y señoras:

“Cátedra del Ateneo, / el maestro fray Domingo / va a hacer un sutil distingo / al definir su toreo. / Cambia la aguja al correo / y si el tren te duda y anda / aguanta, quieto y torero / (El fraile fue cocinero) / y échaselo a la otra banda”.
Se produce el flechazo que ha de unir para siempre a los dos Ortega. Glosa esa amistad, debida al toro, el mismísimo Eugenio D´Ors, que sentencia: “Ortega ha colocado a los toros en la plenitud de la filosofía”.
Y Ortega, el torero que parece filósofo, y el otro Ortega, el pensador que parece torero (por cierto, toreó en varias capeas), asaltan la Residencia de Estudiantes en la que es admirado otro torero, Ignacio Sánchez Mejías, que escribe comedias, que preside el Betis Balompié y que, sustituyendo a Domingo Ortega en la plaza de Talavera de la Reina, se reúne con la muerte. A Ortega lo popularizó su pasodoble. A Ignacio, el llanto de García Lorca.
Domingo Ortega es decidido admirador de Juan Belmonte porque “le hacía a los toros lo que debía hacerles. Incluso transmitía a los aficionados sensación de temeridad que no existía, pero a sus seguidores se lo parecía. A veces, cuando estamos delante de un toro sin peligro, el efecto que se produce entre los aficionados es de miedo. ¡En eso consiste la personalidad de un torero!”.
En la Residencia de Estudiantes, estos toreros se reunían con los de la generación de la amistad: Lorca, Dalí, Salinas, Alberti, Luis Buñuel, Juan Ramón Jiménez, Neruda, Valle-Inclán. Los coordinaba Pepín Bello.
Aquellas tertulias pasadas cuajaron en los Amigos de Julio Camba, reunidos en Casa Ciriaco. Allí gozamos los entonces jóvenes diletantes de la amistad de Belmonte y Domingo Ortega. Mingote, Calleja, Pérez Ferrero, Díaz-Cañabate, Sainz Rodríguez, Ortega (hijo del pensador), Víctor D´Ors, Amestoy Utrillo, Cottet, Palomino, Areces, Ángel Manuel García, Sebastián Miranda hacíamos confesión de admiración y amistad del célebre humorista gallego, Camba, que presumía de no haber tenido amigos nunca.
Domingo Ortega se hace admirar y admira. No solamente los poetas lo enmarcan en endecasílabos y sonetos. También los grandes pintores y escultores lo buscan como modelo, entre ellos Ignacio Zuloaga, que conoce al torero en San Sebastián. El pintor le propone retratarle. En 1945 ordena a su mozo de espadas que lleve un traje de luces, morado y oro, al estudio madrileño del pintor, en Las Vistillas. Ortega se viste de torero día tras día. Zuloaga comenta: “¡Qué cabeza, y qué guerra me está dando! Creo que lo estoy logrando. Quisiera retratarlo cogiéndole a usted ese gesto que pone cuando torea. No se le mueve ni un pelo en toda la tarde. Usted, para, templa y manda. Domina al toro con que lleve un traje de torear”.
Y, además, marqués
Dejando aparte, que no olvidando, a los toreros de a caballo, auténticos aristócratas, hay que señalar a tres hombres de gotha y del Cossio: como rejoneador, al duque de Pinohermoso, y, a pie, fueron marqués y conde consortes, respectivamente, Domingo Ortega y Francisco Rivera Ordóñez. Y estuvo a punto de convertirse en duque de Alba Pepe Luis Vázquez, del que confiesa Cayetana que fue su primer y gran amor. Domingo Ortega matrimonia con Carmen Pla y Ruiz, que hereda su título del marqués de Amboaje, un emigrante gallego de Ferrol. Viven en el palacio que hoy es sede de la embajada italiana. Viaja con ella a América. Allí le presenta a Manolete. Ortega le pide que lo trate de tú. No acepta porque “sé quién es usted en el toreo. Y no le puedo llamar a usted de tú”.
Muere la mujer de Domingo Ortega (28 de abril de 1944). La familia Amboaje exige la mitad de su fortuna al torero. Vuelve a casarse Ortega. Su segunda mujer es María Victoria Fernández y López-Valdemoro. Junto a ella y al matrimonio Ortega y Gasset-Spotorno viaja a Alemania, patria intelectual del autor de La España invertebrada, quien afirmó que sólo podía explicarse la cultura española con la existencia de los toros.
Luis Miguel Dominguín (al que concedió dos veces la alternativa: Colombia y La Coruña) organiza en Vallauris la corrida en honor de Pablo Picasso con motivo de los 80 años de vida del genio. Torean Luis Miguel y Domingo. Ortega hace el viaje desde Madrid en un viejo taxi que también sirvió para llevar de plaza en plaza a las cuadrillas de toreros. En la baca, el esportón y el botijo del que bebe Picasso, que lo recibe alborozado.
7 de junio de 1958. Se retira, seriamente enfermo, a su finca de Navalcaide. Le atiende su amigo el doctor Jiménez Díaz. Fallece en Madrid el domingo 8 de mayo de 1988. Es enterrado en Borox, Su cuñado, Pepe Alameda, escritor taurino que vive en México, versifica:
“Más allá del bien y el mal / y la historia pasajera / debe Dios un pedestal / –en piedra, que es inmortal– / a esta cabeza torera”.