jueves, 13 de diciembre de 2012

Tribulaciones julianas: (su) evolución del toreo.




"El deseo de emulación de Lagartijo era lo más destacable. El año 1868 no concurre a las corridas de la plaza de Madrid; este año es importante para su vida torera; en él tienen lugar sus primeros encuentros con Frascuelo. Tuvieron carácter de verdadera rivalidad en las dos corridas de Granada los días 7 y 8 de junio. Habían aparecido algunos pasquines intencionados junto a los carteles anunciadores de la corrida; en la tertulias era tema de discusión la superioridad de uno u otro torero, tema que apasionaba vivamente por la cualidad de ser Frascuelo granadino...........En la corrida del 11, con toros de Saltillo, la competencia tomó caracteres pocas veces superados. (..) Lagartijo decide matar seis toros de Miura en Madrid. Frascuelo se entera lógicamente y comenta:
-Pues yo también mato otros seis toros; pero si Lagartijo mata toros de Miura me lleva ventaja con sólo anunciarse, al tener que matar yo toros de otra ganadería.
Lagartijo no era culpable de esto y mató los miuras de seis estocadas certeras. Frascuelo tuvo que matar seis toros de Veragua y el último le cogió dándole una tremenda cornada en el vientre..........Aún quedaban en el aire los comentarios sobre las seis estocadas de Lagartijo y mientras se recuperaba Frascuelo de la cornada, los amigos que le visitaban decían:
-Hombre, Frascuelo, ¡qué mala suerte! ¿Cómo te cogió el toro?
Y Frascuelo les respondía:
-A mí no me cogió el toro; a mi me cogió Lagartijo...............Yo no podía pinchar; tenía que dar seis estocadas también, como él"

"Mi paso por el toreo",  de Rafael Ortega Gómez, Gallito.




Como el patio de vecinos siempre está abierto a todo el que quiera opinar, y como desde cualquier ventana de par en par se oyen voces que van y vienen, hoy toca sacar la colada a tender, aunque al final sólo emanan los trapos sucios.
Rememorar cualquier tiempo pasado, más en esto de los toros y sus gestas ancestrales, siempre ha sido grano en el culo para los que nunca han querido más que el sobe en el lomito y las palmas a su paso. Pero tener en la mano honrar en el ruedo, mejorando o al menos intentarlo, todo la memoria que alumbra el presente y futuro de esto es de una irresponsabilidad tan manifiesta que cualquier intento por defender esa desidia sería un insulto a los que pagamos y a los que leemos.
Ya ves tú, que El Juli no dejaría de ser uno más de esos toreros indiferentes para aficionados como yo - vaya por delante que no sólo gusto de ver encastes a punto de desaparecer, también me han gustado siempre los toreros que se comen sus limitaciones enfrentándose a ellas- si no fuese por su contumaz deseo de llamar la atención siempre fuera de su campo de acción, de lo que es su hábitat. Y sabemos de él y en consecuencia lo hacemos eje de nuestras tertulias no por su creciente y codiciosa superación, ni por dar ese  anhelado puñetazo encima de la mesa y sentar las bases de una época en esto del toreo. Porque aunque sea un proscrito para los juligans,  bien explicó André Viard que "Quince años en tres siglos de Tauromaquia son una anécdota. Me temo que ésta no será la época de El Juli"
Decía Lord Kelvin (el de los grados) uno de los aforismos preferidos de David Díez: "lo que no se mide, no se puede mejorar. Lo que no se mejora, se degrada siempre". Lejos quedan  las humanas intenciones que se proyectaban en un instinto individual, propias de una naturaleza inquieta y emprendedora,  intenciones con las que cada uno de nosotros siempre hemos querido ser mejores, o al menos no dejarlo de intentar. La selección natural de Darwin, la supervivencia de los que se adaptan –que son aquellos que no se inventan un mundo paralelo, matrixniano si se quiere, en el que el paso del “quien no está conmigo está contra mí” es  tan cortito como las ganas de enfrontilar los desafíos que a uno se le ponen por delante- es lo que dignifica y encumbra a los hombres y sus obras.
No hay enconada lucha por la primacía del escalafón, no hay ansia alguna por medrar en esto de, ni rastro de un amor propio que desahucie el sitio donde ahora habita una rencorosa venganza. Se ofrece Talavante a matar seis victorinos en Madrid (que en cristiano significa algo así como "yo quiero ser algo en esto del toreo") y llega Manzanares y lanza lo de su encerrona en Sevilla, que es como coger el bote de Cola Cao y ponerle la etiqueta del Nesquik, lo de siempre pero con otro nombre. Al menos no ha dicho que se pare el mundo para bajarse él, que parece que es lo que va a hacer Julián. ¿Qué eso de que en Sevilla el año pasado se la jugaron, y que en Madrid no se llegó a un acuerdo por 4 monedas de oro? ¿Esas son las ganas que tiene uno de tapar bocas, dando un "me pongo azul, me enfado y ya no te ajunto" por respuesta? ¿Pero no se da cuenta que los aficionados vamos a seguir pensando igual de él, pero que el público ocasional que va a verle es más que probable que disminuya a pasos agigantados?  
Y mientras seguimos esperando esa venida de El Juli, para poder certificar, de una vez por todas, ese poder del que tanto se ha oído en los ruedos  y que sólo hemos  visto en los despachos. La evolución inversa, es decir, volver a los simple, fácil y plausible. Porque al igual que el soldado que huye sirve para otra batalla, el que reina sin corona pierde el trono, y el que va de figura en Olivenza y torea sólo donde le ríen las gracias.
Y eso que José Tomás todavía no ha salido a la palestra. Al tiempo.

No quiero olvidarme de Manzanares y su ¿gesta? sevillana, pero (como dicen en "El Señor de los Anillos"): hoy no es el día.




No hay comentarios: