lunes, 16 de noviembre de 2015

XIII Jornadas Taurinas de Puçol

PREMIOS DEL SUDESTE CONCEDIDOS POR LOS CRÍTICOS TAURINOS DE FRANCIA

ACTF
La sección sudeste de la Asociación de los Críticos Taurinos de Francia (ACTF), reunida  en Lunel, concedió sus premios para el temporada 2015.
 Los premios son los siguientes: mejor
premio de toros: Baltasar Iban de Arles.
 Mejor premio de novillos: Robert Margé de Arles.
 Mejor matador: Alberto Lopez Simón.
 Mejor novillero: Manolo Vanegas.
Precio Nimeño II  a la organización de Boujan para su Feria de Novillo.

MEMORIA HISTÓRICA Pan, Toros y Libertad


NUEVO OPUS DE TIERRAS TAURINAS

Los antisistemas afirman que la Fiesta debe prohibirse por tres motivos : porque atenta contra los derechos de los animales, porque no es cultura y porque procede directamente del franquismo. Tres sandeces que demuestran tanto su incultura como su cinismo.
Porque la Fiesta taurina es, en realidad, el espectáculo más culto del mundo. Y el más antiguo. Por un lado, no casa con ideologías, pues representa una conquista del pueblo sobre los privilegios de la nobleza; por otro, hunde sus raíces en los orígenes de la Humanidad.
Mientras que el tigre pueda matar a la gacela, el tiburón al besugo, la zorra a la gallina y el gorrión al gusano, negarle al hombre su derecho a enfrentarse al toro en una lucha épica, estética y ética, equivaldrá a despojarle de los derechos que tienen las demás especies, atentando contra su propia naturaleza. ¿ En qué cabeza puede fraguarse semejante sinsentido, sino en la de aquellos que pretenden acabar con el Humanismo ?

LA ALFOMBRA ROJA

Tras abandonar la residencia oficial en el 10 de Downing Street, Tony Blair, socio principal de Estados Unidos en la Guerra del Golfo, confesó que la única decisión de la que se arrepentía durante su periodo como Primer Ministro laborista en Gran Bretaña era haber permitido la interdicción de la caza del zorro, dejándose engañar por el mismo lobby que ahora obra para que los toros se prohíban en España.

Desde hace diez años, instrumentalizada por los independentistas radicales catalanes en su afán por atacar la Nación española -con la Fiesta como uno de sus símbolos más universales-, la Tauromaquia ha salido del ámbito cultural para entrar en el político. Bastó que una fundación suiza -cuyo negocio nace de la compasión universal hacia los animales- fichara a un activista profesional argentino para que se aprobara una ley prohibicionista y anti-constitucional. Más allá del golpe brutal a una cultura milenaria, éste fue el primer paso de la tentativa secesionista de Cataluña, la cual ha conducido a la región al borde del precipicio, sentando a su máximo líder en el banquillo.

El segundo movimiento en contra de los toros lo llevó a cabo la ultra-izquierda podemita que, pensando que ello podría incrementar su rentabilidad electoral, se sumó a la causa animalista, emulando así a los nazis, quienes aprobaron las primeras leyes de protección animal. Que Manuela Carmena reflexione: negándole a los niños madrileños con vocación torera el derecho de estudiar este arte tan difícil -pues considera que atenta contra los derechos de los animales-, sigue los pasos de aquella siniestra gente que hundió al mundo entero en el caos.

Ignoremos las declaraciones odiosas y desautorizadas de una pasionaria levantina que pretendía lanzar bombas en los tendidos de las plazas de toros, para centrarnos en lo fundamental: bajo la idea de apuntillar la Escuela Taurina Marcial Lalanda -quitándole su subvención y prohibiendo el uso del recinto de la Casa de Campo-, Manuela Carmena pretende acabar con la cantera e imposibilitar el relevo generacional… y, a largo plazo, el futuro de la Fiesta. Un procedimiento muy común en los regimenes totalitarios, fueran los nazis o los comunistas de China, de la difunta URSS, de Corea o de las «repúblicas populares», cuya gestión ha hundido a sus pueblos en la miseria económica e intelectual. Después de unas declaraciones engañosas de Carmena asegurando que los taurinos no tenían de qué preocuparse, la situación, al menos, se presenta ahora muy clara: el Ayuntamiento de Madrid está en manos de fuerzas oscuras que colocan al animal por delante de los ciudadanos.

Lo positivo –si podemos calificarlo así- es que las Elecciones Municipales han permitido que estos nuevos partidos se auto-retraten antes de la gran batalla de las Generales, de la cual depende, en parte, el futuro de la Fiesta en España. De haber sido al revés, el país quizás ya tendría un Gobierno liberticida y aguardaríamos la aprobación de una ley contra la Fiesta por un Parlamento bajo influencia podemita.

Estos políticos de nuevo cuño, pero de turbio pasado, basan su ideología en la supuesta igualdad del animal y el hombre, en el odio que le profesan a la España castiza y en una lectura muy restrictiva de la Historia, asociando la Fiesta taurina con el régimen franquista, cuando el mismo Generalísimo nació en la época en la que el gran Guerrita disponía en los ruedos... El Caudillo mandaba mucho, pero no tanto ni tan temprano.

Afortunadamente, todos los políticos cambian de opinión por poco que se les demuestre que ello les interesa. Para que esto suceda -particularmente en el caso del líder del PSOE, Pedro Sánchez-, hay que darles un motivo válido, como que su propio interés está en juego, algo que a veces sólo comprenden tras haber metido la pata. Sin ir más lejos: atacar a la Fiesta resta más votos de los que suma.

Siendo optimistas, podemos pensar también que, al más alto nivel, existen políticos capaces de cambiar de opinión merced a la evidencia de los argumentos presentados. Eso mismo se intenta aquí, por lo que el presente trabajo tiene tres objetivos principales: acabar con los argumentos del animalismo fanatizado, terminar con los complejos izquierdistas hacia una Fiesta supuestamente franquista y rebajar la incultura de una sociedad cobarde que valora más el papel de la victima que el del vencedor.

Como mucha gente en Europa, no pertenezco a ningún partido político: siempre he votado a aquellos que garantizaban la libertad de pensar y de emprender. De ahora en adelante, aunque parezca increíble en pleno siglo XXI, habrá que votar a aquellos que respeten la libertad cultural de cada cual, sin pretender imponer a los demás su propia ideología. La democracia no otorga a la mayoría el poder de aniquilar a la minoría, sino que, al contrario, defiende el respeto. Que los podemitas y sus socios variopintos estén motivados por un afán de revancha social se puede entender: nadie ama las desigualdades, y menos las que se sufren en primera persona. Lo que no es de recibo es que monten su negocio alimentando el odio de una parte de la sociedad hacia la otra. Desafortunadamente, en este contexto, a los taurinos nos ha tocado el papel de chivos expiatorios, hasta que encuentren otro grupo mejor que les permita maquillar su incapacidad para solucionar los verdaderos problemas de los ciudadanos.

No pequemos de inocentes: de nada sirve explicarle a esta gente que la Fiesta no es ni de izquierdas ni de derechas, sino que, al contrario, favorece la convivencia pacifica y apasionada entre todas las sensibilidades de la sociedad, que es el espectáculo mas democrático que existe –donde un pañuelo tiene el mismo peso en una barrera de sombra y en una andanada de sol-, y que, para muchos chavales de origen humilde, sigue siendo un ascensor social inmejorable: de la miseria a la gloria, cualquiera tiene la oportunidad de cambiar su vida... si es capaz. En una sociedad que ha convertido el enchufismo en su regla de oro (¡ay, Podemos, esto sí que lo has asimilado pronto!), la Tauromaquia permite que el toro ponga a cada uno en su sitio en función de sus propios méritos. Y el hecho de hacerse famoso y rico en los ruedos no implica volverse facha de la mañana a la noche.

Juan Belmonte, Manolete, Paco Ojeda, El Cordobés, Antoñete o Joselito salieron de la nada.  Sin los toros, ¿qué hubiera sido de ellos? ¿Y qué hubiera sido de España sin ellos, cuando todos fueron un espejo de sus respectivas épocas, donde los conciudadanos se veían reflejados? Quizás haya que explicárselo a los podemitas: la justicia social no consiste en bajar el nivel general, sino en permitir que el individuo ascienda a través de sus propios méritos. Lo que siempre hizo la Fiesta con los toreros. Por eso, ha sido un espejo de la sociedad.

Lo que el pueblo de España espera de sus dirigentes -o de aquellos que aspiran a serlo-, es el respeto hacia todas las culturas, aunque no las compartan. A veces, por tener una visión parcial del problema, se toman decisiones injustas e inapropiadas que, a la larga, acarrean consecuencias penosas. La medida de Manuela Carmena debería pasarle factura si sus aliados del PSOE le recuerdan que fueron ellos quienes crearon la Escuela Taurina de Madrid, precisamente con el objeto de ayudar a los chavales humildes en el difícil camino hacia la fortuna, la cual sólo alcanzaron unos pocos, los más capacitados. Los otros, allí aprendieron a ser hombres de los pies a la cabeza, algo que tampoco gusta en los regimenes totalitarios, donde se prefiere aborregar a la sociedad y aniquilar el pensamiento individual. Reflexiona, Manuela, muy mala deriva llevas.

Esta modesta revista –cuya publicación, quizás, prohíban algún día por tratar temas taurinos, contrarios al derecho animal-, pretende aportar una visión global a los políticos para que cambien de opinión y vean la Fiesta taurina como es, y no como se está vendiendo: lejos de considerarse tortura, crueldad o perversidad, la Tauromaquia es, como bien dijo Lorca -a quien fusilaron por ser de izquierdas-, la Fiesta más culta de España, y gracias a sus valores universales, de toda la Humanidad.

Lejos de estar anticuada, evoluciona al compás de la modernidad, no por adoptar sus formas, sino porque sirve de espejo para entender la actual decadencia social y cultural. Por eso es imprescindible. Los analistas más lúcidos profetizan que, dentro de veinte o treinta años, estallará una Tercera Guerra Mundial que culminará con la debacle de la civilización occidental -vamos camino de ello- o con la reafirmación de sus valores primigenios. Para ganar esta guerra, de nada valdrá el animalismo ni el victimismo. Mientras que los podemitas gritarán para que se les perdone la vida, es muy probable que los taurinos den la cara, y los toreros los primeros, como hicieron siempre: las guerras se han ganado a base de valor, sacrificio y solidaridad. Esos mismos valores que los toreros atesoran y que se han transmitido en los ruedos generación tras otra cuando, en la calle, el pasotismo, el perroflautismo, el falso progresismo y la superficialidad cursi se apoderaban de las mentes.

Afortunadamente, este futuro –con Manuela Carmena como símbolo más visible- es evitable. Nadie obliga a que Pedro Sánchez se suicide políticamente, hundiendo al PSOE en el papel secundario que le ofrecen los podemitas. Aunque, para evitar dicho final, tendrá que dejar de desenrollar la alfombra roja bajo los pasos de los enemigos de la libertad. Basta que lea este opus para entender la realidad de una cultura que desconoce totalmente y que adopte una postura conforme a su ambición de hombre de Estado. Esto le evitaría ser cómplice de un ataque tan inútil contra la Fiesta como la prohibición de la caza del zorro en Gran Bretaña. Porque, aunque penalizada, ésta sigue existiendo, quizás con más fuerza que cuando era legal, por la sencilla razón de que no hay decretos que valgan cuando un pueblo está dispuesto a defender su libertad.